Confesión en invierno..cuando amanece blanco.

Hoy vi desde el cielo, desde la ventana de mi nave, la ciudad nevada, un manto blanco tapa mi puerta, el frio resopla en mi frente, en mi rostro, que de la puta es la ciudad de La Paz así, con los cerros diseñando formas extrañas, una maraña de tela de seda y fino lino delgado blanco, copos que llegan a la tierra húmeda para colmarse uno con otro y forman un colchón delicado de suave nieve. Si ayer nevó su mágico y cristalinizada agua pura de vida, fría. Así esta hoy mi corazón, colmado de una capa blanquecina, escarpado, encontrando la frialdad de mi ser, brotando escarchas al suelo de tristeza sin desestimar la coraza del negro y en luto dolor de los recuerdos de ella, que me mata a la sola presencia de un pixel de su rostro, su mirada profunda que ansiaba asesinar y que al final si lo hizo, hubo un tiempo que me toco tomar su elixir de su boca, de su manantial de aventuras, de su fuego y ego en la cama, de la variedad de su risa y fui libre en un tiempo, donde mis castillos de cristal se edificaron hasta el cielo y como torre de babel se derrumbo en el olvido y en el último minuto.

Hoy en mi largo viaje a través de mi universo, de cuando era ese joven donde daba 100 para vivir, de mis ilusiones marcadas por un norte llamado mujer, de un espíritu querendón de sus montañas frías debajo de su cuello, haciendo crucigramas en su espalda, tallado con mis manos su cintura al profundizarme en ella, su mente retorcida de maldad y estruendo grito de canciones hoy la recuerdo lejana, entre tragos y bebidas espirituosas, ardientes quemapechos en donde trato de olvidarla, ahogándome entre ceniza, humo y licor barato.

Hoy en esta cúpula blanca, de nieve alrededor, de nubes oscuras en el cielo, hago una confesión, una confesión de amor, una confesión de cariño oscuro y de pelea constante por su amor, de lujuria incansable de pasión y de poseerla encima de mí y pegada en la pared, agarrando su cabello negro, comiendo su cuello y dando mi voz en su oído diciéndole que la amo hasta morir, una confesión de robarle lo mucho que se llevo de mi corazón, de mi ternura que ya no es más que simple deseo de sacarle el corazón y llenarla de besos envenenados y oro para que este en la repisa de mi cuarto frio y solitario, de canciones vacilantes en el aire, de sonidos recalcitrantes de mi corazón en agonía; tan fácil era quitarle la respiración cuando ella estaba entre mi lecho, dormida en mis brazos besando su frente mientras soñaba hacerle el amor repetidas hasta ahogarla en sudor. No aproveche ninguna de las ocasiones para matarla en el acto.

Este es mi confesión de mi invierno eterno, enterrado en la nieve de mi recuerdo vano….de tenerla solo un instante…..más.

Sui generis Confesiones de invierno.